ABANS D’ARA

La tenora de Albert Martí

De Sempronio (Barcelona, 1908 - Sitges, 2006) a Los barceloneses (X-1956). Dissabte proclamen Barcelona capital de la sardana 2014. Foto: Albert Martí (l’Escala, 1883 - Barcelona, 1947) en un aplec.

Andreu Avel·lí Artís, ‘sempronio’ 1956
06/03/2014
2 min

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsEn la Plaza del Rey, allí mismo donde tantas veces se había oído su elocuente tenora, ha sido recordado Albert Martí con motivo de cumplirse el noveno aniversario de su definitivo silencio. Fue el más popular músico de cobla, el indiscutible rey de la tenora. Por espacio de casi medio siglo afirmó su dominio en las plazas pueblerinas donde las sardanas se trenzan a mediodía a la sombra de los campanarios; en los paseos marineros, donde se danzan de noche, con la luna espiándolas por entre una rendija de palmas, y en las calles y plazas barcelonesas, cuyas muchedumbres sardanistas estremecíanse cuando la tenora de Albert Martí tocaba una obligada. Fue un genio, un fenómeno, perteneció a la esfera de lo inexplicable. Otros sabían tanto como él, o más. Han existido tenoras más completos. Hoy mismo, Coll, de la actual Cobla Barcelona, es considerado una notabilidad. Y también Viladesau, de La Bisbal. “Pero el fraseo de l’Albert, su expresividad, han sido únicos”, me afirman viejos sardanistas. […] Llevaba la sardana en la sangre. Mocoso, en su pueblo, los días de fiesta permanecía boquiabierto, agarrado al tablado de la orquesta. Sin saber música, se llevó ya la tenora a los labios. Aquellos labios que constituyeron siempre un misterio para sus colegas. Todavía hoy, con emoción y asombro, habla Gravalosa, el conocido flautín que tantos años tocó al lado de Martí, […] “Poseía lo que podríamos llamar el don de labio. Su potencia no conocía límite. Jamás le vi cansado. Su portentoso fiato le permitía tocar hasta treinta compases sin respirar…”. Estos treinta compases eran los momentos estelares de gran tenor. Toda la plaza estaba pendiente de él. Tocaba El cavaller enamorat, o Davant la Verge, o Camprodón, cualquiera de estas sardanas que, exigiendo sentimiento, eran sus creaciones. […] Salían notas que por su arrullo y su pastosidad tenían calidad de voz humana. “Su tenora habla”, decía la gente. […]

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