Sangre en Atarazanas
De Paco Madrid (Barcelona, 1900 - Buenos Aires, 1952) a El Escándalo (24-VI-1926). Avui fa 115 anys del naixement d’aquest capdavanter català del gran reportatge desinhibit, a la manera de Blaise Cendrars o Albert Londres.
Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsLa moderna mala vida de Barcelona ha tenido tres épocas que podríamos determinar de esta forma: primera, “l’avant-guerre”; segunda, la guerra; tercera: la tras-guerra. La época de “l’avant-guerre” corresponde al café de camareras, al siete y medio, y a “la Maña”; la época de la guerra corresponde al cabaret, al “baccarat” y a María; y la época nuestra, la de la tras-guerra, corresponde al “dancing”, a la ruleta, y a Ivonne. Antes daba gusto, teníamos unos cafés de camareras excelentes. La lujuria de la ciudad desbordábase entre los chotis castizos de un organillo o de una modesta banda de música; los diálogos de cuatro valientes que figuraban en las listas de los centros radicales del distrito quinto y en las nóminas municipales, o esperaban verse en éstas. […] Las mujeres eran del país y todas ellas tenían apodos: “la Maña” -no había en aquella época un café de camareras que no tuviera por los menos una “Maña”-, “la Grabada”, “la Rossa”, “la Noia”… Cada una de ellas tenía un “macró”. Pero el “macró” entonces no era un niño bien como ahora, con pulsera y “citroen”. El “macró” era un “pincho”; un “pincho” que aún se acordaba del “Patio de la Garduña”, de la calle Amalia y que se expresaba en un argot precioso que va desapareciendo: “Vaig pujar en un camp i vam picar cera. Tenia jo quatre núvols i no vaig volguer deixar-los: vaig saltar un grapat de camps i me’ls vaig polir”. El “pincho” era un hombre malcarado, que fumaba “caliquenyos” a toda hora, escupía y sabía darle dos bofetadas al primero que tomaba el café de camareras como un lugar de esparcimiento… Ellas querían disputarse para saber cual tenía el hombre más valiente. […] ¡El café de camareras! es el faro -aún hoy- de los marinos ingleses que beben cerveza y whisky y lo pagan más caro que ningún otro cliente. Era entonces el dominio del café de camareras; la mazurca cimbreante, pecadora; la mazurca -que es la abuela de la “java” de hoy- y el siete y medio. Alrededor de una mesa, toda la escala social presidiable. Un crupier grueso, con voz ronca, que recogía el dinero y decía de vez en cuando al camarero: -Noi, porta’m l’ou. “L’ou” era un vaso de jerez con un huevo batido. […]