ABANS D'ARA

El bombardeo de Barcelona de 1842

De l'article de Jaime Balmes (Vic, 1810-1848) a La Sociedad (II-1844). Espartero reprimí la revolta per la baixada d'aranzels que arruïnava la indústria catalana. (Gravat: Estruch, 1842).

Jaime Balmes 1844
01/10/2013
2 min

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús[...] Llegó la noche, que parecía cubierta con doble velo: las tinieblas aumentaban el horror en que estaba sumida la ciudad; de un momento á otro aguardábamos que tronara el cañón de Montjuich, y que empezaran á caer los proyectiles que por espacio de tantos días estaban como suspendidos sobre nuestras cabezas. […] ¡Qué espectáculo tan desgarrador presentaba la infortunada ciudad en las horas que precedieron al primer estallido! Casi todas las puertas estaban cerradas, las calles desiertas; sólo las cruzaban de vez en cuando algunos paisanos con su canana y fusil; algunos hombres que conducían enfermos á lugar seguro, alguna madre que pálida y llorosa iba á ocultar sus hijos debajo una bóveda; […] Pasaban las horas y el cañón no tronaba; Barcelona se parecía á un ajusticiado á quien se prolongan las angustias del cadalso, haciéndole aguardar mientras se preparan á su vista los instrumentos del suplicio. Todos cuantos podían ver el formidable castillo, todos fijaban en él su mirada; como el infeliz que va á expirar en el patíbulo, no aparta los ojos del verdugo. Sonó por fin la hora fatal, tronó el cañón, zumbó el proyectil, y el estrépito del derribo de los edificios no dejó duda que la catástrofe comenzaba. Levantóse en muchos puntos de la ciudad una confusa gritería, un fatídico alarido; […]

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Barcelona se rindió, abrió las puertas á las tropas, no precisamente por los proyectiles de Montjuich, sino por hallarse sin un caudillo que la alentase y dirigiese; […] Rindióse la ciudad, entraron las tropas; mas parecía imposible que el Regente que había venido en persona a sojuzgarla se volviese á la capital de la monarquía sin haber visto con sus ojos la desgracia que acababa de causar. Se mantuvo encastillado en Sarriá […] Sin hablar á Barcelona, sin hablar á Cataluña, sin hablar á la nación […] emprende su camino de Valencia, silencioso, mudo, como avergonzado de lo que acababa de hacer, y llevando en su corazón un punzante remordimiento, y presintiendo quizás su propia ruina. […]

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