ABANSD’ARA
Efímers03/02/2016

El Carnaval

De l’article de Pi y Margall (Barcelona, 1824 - Madrid, 1901) a El Nuevo Régimen (II-1899). Aversió del capdavanter d’un republicanisme sobri a unes festes que considerava decadents.

Francisco Pi Y Margall 1899
i Francisco Pi Y Margall 1899

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsCada año más locos. Las fiestas de Carnaval, que habían grandemente decaído y parecían próximas a su fin, son cada vez más bulliciosas. Tomaron en Madrid vuelo principalmente cuando acabábamos de perder nuestras colonias y nuestra armada. Las favoreció el Ayuntamiento dando premios a las mejoras carrozas y a los mejores disfraces y estableciendo, traídas de otros países, las batallas de flores. A esto vino a añadirse, traída también de fuera, la costumbre de disparar serpentinas y arrojar confetis a las mujeres. La costumbre prendió de modo que las calles, principalmente las más concurridas, quedaban cubiertas de unos y otros papeles. El uso ha degenerado en abuso, y ya hoy se clama en París como en Madrid porque se lo prohíba. ¿A qué esas locas fiestas?¿A qué esa perniciosa licencia de insultar y ultrajar a las gentes cubierto con una careta el rostro?¿A qué esas algazaras en determinados días del año sin que haya acontecimiento alguno que las motive? Ocurren sucesos que pueden en realidad despertar delirante entusiasmo y dar ocasión a públicos regocijos: el fin de una larga guerra, el término de una bochornosa servidumbre, el descubrimiento de algo que nos facilita el trabajo, abra a la humanidad nuevos horizontes o la lleve por mejores rumbos. Aun entonces, ¿podrá ser justo ni racional entregarse a las extravagancias que el Carnaval permite? No festejos que embrutezcan, sino festejos que levanten el alma y el corazón del pueblo deben buscar cuantos estén llamados a regirlo. Se quiere hoy fortalecer los vínculos nacionales, y a nadie se ocurre celebrar fiestas que a fortalecerlos conduzcan. No hay aquí nada que se parezca al tiro federal de Suiza, y en nuestra misma capital se asustan las autoridades de ver flotando al viento otra bandera que la de España. Las fiestas nacionales son aquí las corridas de toros, donde no vemos en el redondel sino escenas de sangre, y en los tendidos sino la desvergüenza y el desacato a la autoridad que preside. Las fiestas públicas ejercen grande influencia en el modo de ser de los pueblos; en que sean provechosas deben poner ahínco los gobiernos. […]