El abanico de opiniones
De Gomis (Barcelona, 1924-2005) a La Vanguardia (17-VII-1991). Raonament sobre sondejos i eleccions d’un periodista i catedràtic mort fa 24 anys, i de qui la Universitat Ramon Llull ha editat una antologia.
Peces històriques triades per Josep Maria Casasús[…] Con el sondeo se puede saber en seguida qué se piensa y formar un abanico de opiniones que representar gráficamente en papeles y pantallas. Se pregunta y la gente responde. No es preciso preguntar a todos. Los institutos de opinión tienen formadas muestras con un pequeño porcentaje de error, que ellos mismos reconocen, y así en poco tiempo puede saberse muy bien lo que opina la gente. El representante del ciudadano o parlamentario no necesita conocer ni consultar a su representado. Como los representantes aspiran a formar mayoría, que es el recurso acreditado para gobernar, les interesa más saber lo que piensa y opina la mayoría que saber qué piensa y opina su representado. Además, no es el representado quien le ha puesto en la lista. Lo único que ha hecho es poner la lista en la urna. Pero el elector vuelve a pesar cuando sale del colegio electoral y con ingeniosas maneras la gente de los sondeos se entera del voto, se adelanta a la de los recuentos y dice quién va a ganar antes de que gane. Luego, apenas se escrutan las primeras cien papeletas, vuelve a saberse por anticipado quién va a ganar, gracias a que por lo visto los cien primeros y los cien últimos votan de manera muy parecida a los demás. […] Los antiguos filósofos se reciclan como comentaristas. Apenas la mayoría ha dado su distraído dictamen y se han hecho públicos los resultados, los comentaristas los explican y desentrañan, glosan el augurio que ya no emite una señora inspirada y balbuciente, como en Delfos, sino los limpios ordenadores en sus verdes pantallas, traducidos a porcentajes y presentados con gráficos. Los comentaristas se mantienen respetuosos con la mayoría. Se puede interpretar lo que dice, pero no es aconsejable discutirlo. Y cuando los obispos protestan diciendo que no debe confundirse la verdad con lo que dice la mayoría, adoptan ellos mismos sus acuerdos y votan sus sabios documentos por el procedimiento habitual de la mayoría. No tenemos otro recurso. La mayoría es la mayoría. […]