Los errores no forzados del juez Pablo Llarena
Contó a tiempo con la ayuda del fiscal belga pero se demostró incapaz de subsanar sus errores
MadridCuando la Sala Segunda del Tribunal Supremo dispara oficiosamente contra la justicia belga –en este caso la rama neerlandesa que ha rechazado la euroorden- oculta lo esencial: los errores cometidos por el magistrado instructor Pablo Llarena.
En tenis hay errores forzados y errores no forzados. Tu rival te coge con el pie cambiado y te cuela una bola a la que no llegas. Este es un ejemplo de los primeros. Ahora, cuando tu contrincante te enfila una bola que no puedes dejar de pillar y tú, para ganarla, la tiras fuera, cometes un fallo al que no te han forzado.
Llarena tenía sobre su mesa desde el 12 de abril de 2018 todas las pistas para evitar su derrota de ayer en Bruselas. Porque el teniente fiscal, el número 2 de la Fiscalía del Rey, Dirk Merckx, le hizo llegar esas pistas. Y le dio todo el tiempo necesario para corregir sus errores, producto de dos cosas: desconocimiento del sistema de euroorden e incapacidad para dejarse asesorar.
¿Es acaso una exageración?
No. De ninguna manera. El fiscal Merckx le envió el 12 de abril de 2018 una carta reglamentaria (artículo 15 del acuerdo marco de euroorden de 2002) informándole a lo largo de dos folios y medios de los problemas que tenía su euroorden.
Básicamente dos: 1) la falta de la orden de detención nacional contra los procesados que debía soportar la euroorden, que no es per se, orden de detención nacional. Hasta le enviaba la referencia jurisprudencial del Tribunal de Justicia de la Unión Europea: el caso Bob-Dogi de 1 de junio de 1986). Y 2) le daba la opción de solicitar la entrega por hechos, como estipula el acuerdo marco de la euroorden, y no delitos concretos.
Llarena podía, pues, subsanar inmediatamente su euroorden, basada en una orden de detención ya desfasada que había dictado la magistrada Carmen Lamela en noviembre de 2017, y dictar una orden de detención para enviar ipso facto a Bruselas.
Y en relación a los hechos, el fiscal le decía: si me pides concretamente la entrega por el delito de desobediencia eso no será posible porque no es delito como tal en Bélgica, y tampoco lo es la malversación entendida como delito de corrupción.
Pero si aplicas correctamente la euroorden y me pides la entrega por los hechos, eso es otra cosa.
Puedo entregártelos por los hechos que me describes y que estén tipificados como delito en nuestra ley, pero entonces solo podrás juzgarlos por esos delitos y nada más que por ellos, según la cláusula de especialidad del acuerdo de euroorden.
¿Qué hizo Llarena con esta valiosa información del fiscal Merckx? Nada. Durante quince días se quedó de brazos cruzados respecto a estos problemas.
Y el 27 de abril contestó que en efecto no existía una orden de detención nacional y que el auto de procesamiento del 21 de marzo relataba unos hechos complejos y que allí se mantenía la medida cautelar de prisión de los procesados.
Es decir: en lugar de usar los datos del fiscal Merckx se limitó a confirmar lo que el fiscal ya sabía. No había orden de detención nacional y, además, no había correspondencia entre la euroorden y esa orden ya desfasada, cosa que había subrayado el fiscal.
En relación a los hechos, en lugar de coger la propuesta del fiscal belga y pedir la entrega por todos los hechos dejando a la justicia de Bruselas decidir por cuáles delitos de la ley serían entregados, Llarena contestó que sí, que se trataba de los hechos, como decía el fiscal en su carta, pero que también se estaba pidiendo la entrega por rebelión y malversación en el caso de Comín y por malversación y desobediencia en el de Serret y Puig.
Además señalaba, incomprensiblemente, que si se producía la entrega de los dos últimos por malversación también se les enjuiciaría por desobediencia. Va de suyo que Llarena no va a juzgar nada. Él es el instructor y es un tribunal de la Sala Segunda la que juzgará, pero lo que delata su respuesta es su talante.
La Sala Segunda del Supremo, que ha brillado por dar la espalda a la Unión Europea y sus acuerdos marco en casos como su negativa a descontar de una condena en España el tiempo cumplido en cárceles de Francia, por ejemplo, o la doctrina Parot, ahora se erige en el paladín del espacio judicial europeo mientras que otros países, como es el caso de Alemania y Bélgica, faltan a sus compromisos de cooperación judicial simplemente porque adoptan resoluciones contrarias a los que se esperaba de ellos. Venga ya.
Llarena pudo subsanar a tiempo y se quedó esperando a que la justicia belga actuase según sus dictados. Ahora, tras esta derrota escandalosa, la euroorden del 23 de marzo está enterrada. Kaputt. Llarena tiene la opción de dictar una orden de detención, adjuntarla a la misma euroorden y enviarla a Bruselas, al tiempo que solicitar la entrega por los hechos, tal como le aconsejaba el fiscal Merckx.
¿Puede hacerse? Sí. Hay casos en los que se han enviado a Bélgica tres euroórdenes de detención contra la etarra Natividad Jáuregui. No han sido admitidas, pero por razones distintas a la mera repetición de la euroorden, que no ha sido cuestionada.
Llarena, asimismo, dado que Alemania y Reino Unido no han tomado decisión sobre la eurorden, puede enviar esa nueva orden de detención a ambos países como información complementaria.
El papelón no puede ser enmascarado con ataques a los tribunales extranjeros.
Porque fiscales como Dirk Merckx, después del intercambio epistolar que ha mantenido con Llarena está en su perfecto de derecho de decir esto: “Pablo, no has hecho los deberes y mira que te habíamos pasado las claves para que superases los exámenes con nota”.