ABANSD’ARA

El triunfo de la legalidad (1936)

El triunfo de la legalidad  (1936)
Editorial De ‘la Vanguardia’ 1936
18/07/2020
2 min

La tria de J. M. CasasúsNo recordamos que, en su ya larga vida periodística, La Vanguardia hubiese debido asistir a una catástrofe comparable con la provocada por el levantamiento de las fuerzas militares que han intentado subvertir el orden de la República española. Barcelona, especialmente, ha sido con harta frecuencia campo de luchas fratricidas, llevadas a veces a feroces extremos. Pero nunca, en ninguna ocasión, el daño inferido a la paz pública y los estragos consecuentes habían alcanzado las proporciones y la trascendencia de ahora. El pueblo español, el pueblo catalán, el pueblo barcelonés no se merecían eso. Siempre hemos condenado con la mayor energía y la más profunda sinceridad los atentados contra el orden establecido. El camino de la ley nos ha parecido constantemente, y sigue pareciéndonos, el único adecuado para lograr las transformaciones políticas y sociales que se crean deseables. […] Nunca hemos podido abonar ni comprender siquiera que se crea lícito inducir a las fuerzas consagradas a la defensa del país, de su tranquilidad y su vida, a perturbarla gravísimamente inmiscuyéndose en las querellas políticas y sus banderías. No: el Ejército es algo demasiado delicado, y la política es un elemento demasiado turbio y cargado de implacables rencores, para hacer de ambos ingredientes una mezcla que fatalmente ha de ser explosiva. Ahora pueden ver, los que se entretuvieron en ese juego abominable, las trágicas consecuencias de su obra desastrosa. España ardiendo por los cuatro costados, y españoles hundidos en una guerra civil. El pueblo, al sentirse agredido en sus instituciones, al ver amenazado el conjunto de realidades políticas que supo conquistar con su esfuerzo, y al sentir instintivamente el peligro de ver naufragar todas sus esperanzas, en el dramático trance que él mismo no pudo evitar, puesto que se le vino encima bruscamente, ha reaccionado con leonino furor. […] A estas horas, después de varios días de horror, con el suelo patrio sembrado de cadáveres y el corazón mismo del país amenazado de un colapso fatal, urge ante todo liquidar rápidamente esta sangrienta aventura, descartar a los perturbadores, devolver la paz a las masas febriles y dar a España entera esa inefable sensación que se percibe al despertar de las pesadillas sangrientas. Todos los ciudadanos, sin distinción de ideas ni intereses, debemos contribuir a esa obra esencial. Todos, y muy principalmente las clases conservadoras, las gentes de orden, deben condenar con la máxima energía la abominación espantosa que acabamos de presenciar. Todos venimos obligados a colocarnos, como un solo hombre, al lado del Gobierno de la República y de la Generalidad de Cataluña, para ofrecerles incondicionalmente nuestro esfuerzo y ayudarles en su ardua labor de pacificación.

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