19/08/2019

La próxima Rosalía será sardanista

BarcelonaUn espacio moral y sentimentalmente inevitable si hablamos de verano en Cataluña es el círculo. El corro, para ser más concretos. La sardana forma parte del imaginario de las fiestas mayores de muchos de nosotros. Para intentar viajar aunque sea fugazmente hacia los veranos más inocentes del pasado me voy a un baile. Aprovecho las Fiestas de Gràcia en Barcelona. Toca la copla Ciutat de Terrassa en la plaza del Diamant.

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En Barcelona la sardana ya hace tiempo que provoca en los auténticos dueños de la ciudad (los turistas) unas sensaciones extrañas. La sorpresa, estupefacción, incomprensión y su inevitable fuga hacia ritmos más comprensibles suele ser el patrón más común. Y todo ello calculo que dura menos de 45 segundos. Salvo que peguen un "¡Arriba!" y una subida vibrante de manos. Una turista incluso se ha animado a entrar en el corro. Durante un minuto todavía cuela, pero de repente hace lo que ningún catalán, nunca, nunca jamás imaginaría hacer en una sardana: ¡mover las caderas!

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"Lo que sorprende a los turistas es que un baile tradicional aún lo baile la gente de la calle", me explica David Jané, jefe de prensa de la Confederació Sardanista de Catalunya. "Lo más común es que lo hagan grupos especializados. Y, lógicamente, les llama mucho la atención la copla", añade. He quedado con David para que me cuente el estado del mundo sardanista. Un mundo sorprendentemente desconocido por los catalanes.

La sardana, como tantas cosas del país según algunos, nació para dividir. Ante el contrapaso, danza señorial y carlista, irrumpe la sardana como danza popular y republicana. Esto que ahora se percibe como serio y aburrido, era un baile alocado. El trap del momento, bailado por la juventud más radical. Así que "¡Respect!"

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David me explica cómo funciona la sardana de competición, cantera de los danzantes más jóvenes. Y también me ilumina sobre la diferencia entre acopio (varias parejas y grupos) y baile (una copla, nueve sardanas). Ahora ya sé que desde hace unos cinco años, las sardanas tienen siete tiradas y no diez y que duran unos siete minutos. Y me descubre el mundo fascinante de los concursos de "sardana revessa", una sardana "encriptada" de la que tienes que predecir la tirada mientras suena. Una especie de 'hackerismo' del compás.

David me habla de las nuevas composiciones, de las mujeres que se incorporan con fuerza a escribirlas y tocarlas. Y de Stravinsky, que, al descubrir la sardana (y a Garreta, compositor de la sardana 'Juny', 'junio' en catalán) en un viaje a Barcelona en 1924, compuso una -que está perdida y que es uno de los misterios de la misteriosa danza del círculo-. De aquellos holandeses que formaron la Principal de Amsterdam y del absurdo autoodio pretendidamente cosmopolita que se cierne sobre este mundo, rico y vivo.

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Hablamos de los intentos constantes de fusión y evolución, desde Santi Arisa y Sardanova hasta Obeses pasando por la Cobla Ciutat de Barcelona. Y de qué tendría que pasar para hacer ese clic que la pusiera de nuevo en el centro de interés del país. "Ahora sólo faltaría que Rosalía hiciera una sardana", le digo a David. "Ah, pues ella estudió en el Esmuc, donde terminó haciendo el curso de flamenco. Pero este año ya se hará un curso de copla". Así que la próxima Rosalía, amigos míos, será sardanista o no será!

Termina el baile. Ahora todas las parejas tienen el acuerdo de acabar con La santa espina. En recuerdo a los presos.