Ignacio Agustí Peypoch 1964
08/02/2017

El embargo

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús[...]

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Todos los años por este tiempo me llega el papel de una Ejecutiva concerniente al pago de los impuestos de la radio de un coche que dejó de ser mío hace diez años. Tengo entendido que este coche circula hoy por la provincia de Lérida convertido en taxi. El procedimiento para demostrar que los deberes fiscales de esta radio ya no me corresponden es tan alambicado que me ha sido imposible aclarar la situación, con lo cual todos los años en este tiempo recibo nada menos que un oficio de embargo de mis bienes. […] Hace tiempo, el aviso de embargo, su simple palabra, producían un escalofrío; el término suscitaba una imagen siniestra de alguaciles y juzgados, de bochorno y vergüenza social. […] El embargo empezó a perder fuerza en tiempos de la dictadura del general Primo de Rivera, en que algunos abogados se dejaron embargar la Enciclopedia Espasa para plantar cara a determinadas exigencias del dictador. Hoy, el término está un poco decaído y desprestigiado. Se ha hecho un abuso de la capacidad con que la Hacienda puede arremeter contra un paragüero o un sofá. Los al- guaciles ponen hoy su acento principalmente sobre las neveras y los televisores, que son entidades transportables y casi semovientes. La amenaza ha perdido el prestigio moral que tenía. Hace unos años era sofocante recibir el simple aviso, hoy lo recibimos y seguimos yendo por la calle, con la cabeza muy alta. Si ello es así, ¿por qué se sigue usando de la coacción y del término tan a menudo y con tanta ligereza? La complejidad de los instrumentos administrativos y la infinidad de partidas por las que debemos liquidar al fisco una parte de nuestros emolumentos hacen cada vez más difícil la función del contribuyente. Dependemos de una docena o más de agencias, de gestores, de canales de tributación, todos los cuales han nacido para clavarnos el alfilerazo. ¿No se podría reducir a uno solo el camino de nuestras aportaciones, estimado de común acuerdo con la Administración? Así se nos pasaría esa indefinible sensación de interinidad que tenemos con nuestros propios objetos y llegaríamos, respecto a ellos, a la feliz conclusión de la propiedad verdadera. No como ahora, en que las lámparas, los percheros, las mesillas nos parece que están a merced del gesto iracundo de un fiscal porque nos hayamos olvidado de pagar un año el impuesto de la radio.