Carles Sentís 1999
03/08/2019

Duran Farell, un hombre de todas las energías

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús[…]

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APere Duran le encantaba charlar con sus amigos casi tanto como callar. De vez en cuando regresaba o preparaba un viaje a un desierto. Ignoro si acampando entre dunas hablaba mucho o poco con Montse, su admirable e inseparable mujer. Pero lo cierto es que en el desierto se medita y se calla. […] Empresario, capitán de industria o no, ¿quién va a pasar sus vacaciones a los diferentes grandes desiertos de la Tierra? Y, sin embargo, es la radical cura no sólo contra la hoy llamada globalización, sino contra la simple masificación que se traslada de las calles de la ciudad, a los estadios y en verano a las playas. Los antiguos iban a los desiertos más que para huir de la multitud para encontrar la mística soledad que abre el pensamiento al pasado, al presente y hasta al futuro. […] De los desiertos volvía Duran lo suficientemente iluminado para convencer o seducir con sus proyectos […] Conseguir de una Libia en manos de Gaddafi embarcar un gas natural para el puerto de Barcelona fue un éxito. Llegado a la meta no todo estaba resuelto. Aquí tuvo sus opositores-detractores, por no decir enemigos. Unas explosiones como la ocurrida en la calle Capitán Arenas abrieron una interesada campaña contra el gas natural. Se le tildaba de peligroso y, por consiguiente, podían aniquilarse todas sus posibilidades. Al de Libia se sumó -gran paso- el gas de Argelia y al poco Cataluña dispuso de la nueva energía que tiene, por encima de todas las demás, la perfecta limpieza ambiental. Trabajó en la entrada también de la discutida energía nuclear. Después vino la introducción del gas natural al resto de España, pero un gobierno de Madrid de principios de los 70, por “razones de Estado”, lo convirtió en Enagás. Después de su consecución argelina tuvo que superar la incomprensión española. En Argelia tenía que tratar con ministros comunistas. En Madrid con ministros franquistas. […] Sólo la prédica apostólica del hombre del desierto podía convencer a uno tras otro. Estas eran las bases de lo que debía ser su gran realización, de su más difícil todavía. Un gasoducto salido de los pozos argelinos que debía cruzar Marruecos, pasar el Estrecho y, una vez en la Península, bifurcarse en distintas direcciones. Cuando nos hablaba del gasoducto cualquiera de nosotros objetaba: ¿qué pasará si un día el régimen marxista de Argelia corta el suministro? ¿Y qué pasará si un día Marruecos, por razones imprevistas, corta también su gasoducto? El estaba seguro de sus argelinos y de sus marroquíes. […] Se dice, y poco se hace al respecto, que para evitar los problemas que puede dar a Europa la explosión demográfica de los países del Magreb, los integrantes de la UE deben facilitarles quehaceres que, entre otras cosas, retengan en sus países a los eventuales emigrantes clandestinos que llegan por las costas mediterráneas tanto de Italia como de España. […].