Kubala: sesenta años
Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsFui siempre partidario y admirador de Kubala, desde que le vi jugar con aquel equipo de fortuna que se llamó el Hungaria, formado por jugadores del este europeo, refugiados de una posguerra implacable que partió Europa en dos. Sin licencia ni posibilidad de jugar profesionalmente, exhibían su extraordinario fútbol en partidos amistosos. A partir de aquel momento fui un kubalista intransigente y tenía la fe del aficionado que desea creer. Y en Ladislao Kubala se podía creer, porque era capaz de resolver cualquier partido que se pusiera difícil con sus goles tan exactos, tan serenos, tan bellos, verdaderas obras de arte. Si en el campo pintaban bastos, todos decíamos: “Ahora Kubala marcará un gol y esto se arreglará”. Y lo hacía. Con aquel su estilo inimitable que daba la impresión de ser fácil, cuando no lo era. Fui kubalista siempre, incluso cuando se comenzó a rumorear sobre su vida poco higiénica y el público le exigía más, como a los toreros. A la gente le gusta que los grandes ases sufran y, si puede ser, que mueran. Hubo un momento en que la afición se dividió en kubalistas y antikubalistas, después de haber demostrado una y otra vez que era insuperable, un auténtico genio del balón, y antes de que comenzara la guerra sorda con el objetivo de sustituirle, que comenzó Helenio Herrera, nuevo entrenador del Barça. La gente se cansa de la perfección y de sus ídolos, les envejece antes de hora y les jubila. Tengo a Kubala clavado en la memoria. Era un joven macizo, fuerte, rubio, un centroeuropeo de una salud de hierro, una fortaleza física envidiable y una sabiduría futbolística asombrosa. […] No tuvo otra idea en la cabeza que el fútbol total, con sus secretos y habilidades, con su entrega, su poder y su impresionante musculatura. […] Era una escultura construida como símbolo del vigor. Por eso resistió los graves contratiempos que perturbaron su vida de jugador azulgrana: lesiones graves que habrían acabado con la vida activa de cualquier jugador, y la espectacular lesión pulmonar, que pareció el fin de su época. […] Nadie apostaba por su futuro, pero la voluntad, la constancia, los buenos alimentos y los mejores aires de Monistrol de Calders le transformaron. Volvió a jugar como antes y el Barça recuperó el aliento y la fe. Fue el gran jugador de los años cincuenta, el monstruo de los estadios. […] Yo llegué a escribir su biografía, en uno de los primeros intentos de uso popular de la lengua catalana. Se titulaba Kubala, un barceloní de Budapest. Tuvo éxito y se agotó la tirada, no muy brillante, esto es cierto, teniendo en cuenta la época. Se vendió por el biografiado y no por el biógrafo. […] Ahora ha cumplido sesenta años. […] Y le veo jugar como entonces, marcar los mismos grandes goles, aguantar impasible las tarascadas y vuelvo a sentirme kubalista en activo, como entonces.