Internacional28/10/2020

Crece el boicot de los países musulmanes a la Francia de Macron

Erdogan lidera un llamamiento a no comprar marcas francesas como castigo por las caricaturas de Mahoma

Francesc Millan
i Francesc Millan

BarcelonaUn grupo de manifestantes quemaban el lunes fotos de Macron y banderas francesas ante la embajada de Francia en Bagdad, la capital iraquí. En Arabia Saudí se han multiplicado estos días los llamamientos –sobre todo a través de las redes sociales– para que la población evite comprar en la cadena de supermercados Carrefour o cualquier otra marca francesa. Lo mismo en Marruecos, en Pakistán, en Jordania o en Kuwait. En Qatar, las dos grandes cadenas de distribución han optado directamente por retirar los productos franceses de las estanterías, y la principal universidad qatariana ha suspendido la semana cultural dedicada al país galo. Ayer, en Dacca, la capital de Bangladesh, más de 40.000 personas salían a la calle clamando a favor del boicot a todo aquello que sea o parezca francés. Y son solo algunos ejemplos.

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Esta oleada de rechazo -que tiene a París estupefacto- es la respuesta de varios países musulmanes a la subida de tono que el gobierno de Emmanuel Macron ha protagonizado ante el islamismo radical, o lo que el propio presidente denominó a principios de mas “separatismo islamista” o el “islam político”. Esta es la explicación más política, diplomática. Pero en el imaginario de todas estas personas que hace días que proclaman consignas contra todo lo que proviene de Francia hay un episodio que les provoca urticaria: la defensa que el gobierno de Macron ha abanderado de la publicación de las caricaturas de Mahoma después del asesinato de Samuel Paty, el profesor decapitado hace dos semanas en las afueras de París, precisamente, por mostrar en clase caricaturas del fundador del islam.

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“No renunciaremos a las caricaturas”, proclamó Macron –evocando el derecho a la libertad de expresión– durante la sentida ceremonia de estado en honor a Paty de la semana pasada en la Universidad de la Sorbona, en París. "Defenderemos el laicismo. Y la libertad que tú [Samuel Paty] sabías enseñar tan bien. No renunciaremos a las caricaturas ni a las ilustraciones". Unas palabras que, minutos después, ya empezaron a generar malestar entre los líderes de algunos países musulmanes. Como también generó malestar la decisión de los ayuntamientos de Montpellier o de Tolosa de proyectar las caricaturas publicadas por Charlie Hebdo en fachadas de edificios oficiales. O incluso cuando, a principios de septiembre, y en el marco del inicio del juicio por los atentados contra la revista satírica en enero de 2015, el mandatario nacido en Amiens defendió "la libertad de blasfemar".

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"Islam de la Ilustración"

Pero, ahora, para entender el clima actual, hay que pararse en dos momentos. El primero, a principios de octubre y, por lo tanto, antes del atentado contra Samuel Paty. El Elíseo presentó entonces una ley que buscaba hacer frente a este islam político que, según el ejecutivo francés, “busca vulnerar las leyes de la República” y que a menudo puede ir vinculado al terrorismo yihadista.

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“Queremos reforzar el laicismo y el respecto a los principios republicanos”, defendía Macron, que llegó a decir que deseaba crear una especie de "islam de la Ilustración", moderno y compatible con los valores de la República. A principios de diciembre se tiene que votar el proyecto de ley, pero el ataque yihadista contra el profesor Paty –y la conmoción provocada por su simbolismo: un ataque contra la educación, el corazón y la luz de la República Francesa– ha puesto el proyecto bajo todos los focos. "Incluso ha podido reforzar la sensación de necesitar esta ley, al menos a ojos de muchos franceses", apunta Lurdes Vidal, investigadora del IEMed.

Como mínimo, esta ha sido la tónica del Elíseo. Las declaraciones de la cúpula del gobierno francés enfatizando la necesidad de estas medidas han sido constantes desde la decapitación de Paty. “El miedo cambiará de bando” o “Los islamistas no tienen que poder dormir tranquilos en nuestro país” son dos frases que Macron ha pronunciado estos últimos días. En la misma línea, Gérald Darmanin calificaba de “enemigas de la República” a determinadas asociaciones que se consideran vinculadas al integrismo islámico y que París se reserva el derecho a ordenar que sean disueltas. Como ya pasó la semana pasada con la mezquita de Pantin, en las afueras de la capital francesa, por haber difundido vídeos en los que se criticaba al profesor y que instigaron la tragedia.

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Erdogan, líder

Y el segundo momento que ayuda a entender la explosión del movimiento antifrancés actual tuvo lugar el sábado, cuando el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se dirigió a su homólogo francés durante un discurso en la ciudad de Kayseri, en el corazón de Turquía: “¿Qué problema tiene Macron con el islam? ¿Qué problema tiene con los musulmanes? Macron necesita hacer terapia”.

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La salida de tono de Erdogan se habría podido quedar en una anécdota más de la conocida y creciente mala relación entre los dos mandatarios –con inacabables frentes abiertos–, o del lenguaje agresivo que a menudo utiliza el político turco. Pero dos días después, el lunes, Erdogan –ya erigido como líder del movimiento– animaba a castigar a Francia boicoteando sus productos, y acusaba al presidente francés de “islamófobo” y de provocar sin motivos a los creyentes musulmanes: “Yo, aquí, os digo que no compréis marcas francesas”. Poco después, argumentaba que su Turquía está defendiendo a los musulmanes europeos porque "cada vez es más difícil vivir como musulmán en los países occidentales", y pedía a los políticos europeos que "frenaran a Macron, que lidera una campaña de odio antimusulmán en Europa".

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Unas declaraciones que preocupan. "Es un tono polarizador, que busca establecer dos bandos y que recuerda épocas lejanas en las que los conflictos se resumían a las religiones", apunta Vidal, que subraya que la disputa ha cogido un acento "testosterónico" entre dos mandatarios que tienen otras cuestiones en disputa, como el conflicto en el Mediterráneo entre Ankara y Grecia y Chipre, o las posiciones opuestas en el tablero libio e, incluso, en el conflicto de Nagorno-Karabakh.

Pero, como subraya Moussa Bourekba, investigador del Cidob y experto en yihadismo, también hay una lectura más interna. Episodios de este tipo pueden acentuar la polarización en la sociedad francesa, donde un 9% de la población es musulmana. "Estas disputas, a menudo, hacen que la gente acabe decidiendo entre un bando o el otro. Y en este caso, hay en juego dos valores considerados sagrados: la libertad de expresión para la República, y el profeta Mahoma para el islam".

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Calmar los ánimos

En las últimas horas, sin embargo, desde París se busca calmar los ánimos. “Los llamamientos al boicot no tienen sentido y se tienen que acabar inmediatamente, igual que todos los ataques dirigidos contra nuestro país, instrumentalizados por una minoría radical”, pedían desde el ministerio de Exteriores francés. Un mensaje al cual se sumó ayer el presidente del Consejo Francés de Culto Musulmán, Mohammed Moussaoui, que, como otros musulmanes franceses, pedía “cordura”.